No es casualidad, suerte u obra de dios, que las cosas que sentenciamos como exitosas o satisfactorias para todas las partes implicadas tengan detrás un trabajo y una preparación, con mesura, en familia, al detalle. No hablamos del éxito donde ayer no había nada y hoy somos imprescindibles. Hablamos del éxito por cansinismo, un éxito progresivo, asentando bases, y siendo guiados por quienes quieren su propio beneficio pero, sobre todo, de quienes representan. Si hablamos de comida, un plato bien presentado nos entra por los ojos sólo hacer acto de presencia, percibimos su olor tímidamente, hasta que te envuelve, bebemos acorde al sabor de los alimentos. La cubertería, la vajilla y la presentación de la mesa, la iluminación e incluso la temperatura del ambiente importan. Y, por supuesto, devoramos el género sacándole el máximo partido a los ingredientes y las posibilidades que se nos plantean. Mas plácido aun si lo disfrutas en tu casa, sentado.
Esto mismo ocurrió en Baeza durante tres días consecutivos, del 2 al 4 de Enero, donde en un hiperreducido “teatro Montemar” los nativos Supersubmarina se dispusieron a presentar su fin de gira, un menú completo en la que interpretan todos sus temas de estudio.
La primera fecha fue una degustación de entrantes. Abrir boca. Los asistentes, que fueron los últimos en reservar mesa, tuvieron que romper el hielo a regañadientes; y les costó, ya que hasta en tres ocasiones tuvo la banda que pegar un pequeño tirón de orejas a un público, en general, excesivamente joven. Hasta “Ana”, punto de inflexión, ni estos, ni la banda parecían haberse dado cuenta de lo que allí se cocía. Pero si hay algo que destacar del Jueves son las dos versiones en acústico de “LN Granada” y “El encuentro”: se creó esa atmósfera que aparece cuando, tanto el que escucha como el que ejecuta, están metidos totalmente en su papel. Es ese momento en el que elevas el rostro hacia arriba con los ojos vueltos tras los párpados cerrados, mientras masticas lo que ya en otras ocasiones ha provocado que se te salte la hiel.
“Santacruz” y “Tu saeta” en vivo, la primera por sus arpegios, fuerza y voz y la segunda especialmente por el bajo y la batería, me recuerdan que “Héroes del Silencio” fueron uno de los grupos en castellano (si no el que más) influyente durante casi dos décadas. Y aunque el sello personal de Supersubmarina mame de lo anglosajón (vease “Tecnicolor”, “Niebla”, “El baile de los muertos”, “Talco Deluxe” “Puta vida” o “Kevin Mcallister“ -donde se mastica la violencia en la recta final del tema-) no olvidan las raíces, y es esa mezcla de ingredientes en su justa medida (como si del secreto de la cocacola se tratara) lo que hace de Supersubmarina una banda que deja indiferente a poca gente que escuche música con frecuencia.
El segundo día consecutivo de show supuso el plato principal: “basta de formalidades y vamos a lo que vamos”. Solitarios, grupos de amigos y amigas, parejas, quinceañeras, matrimonios contrastados y por contrastar, señores y señoras de cierta edad, familia. Eso y el murmullo mientras te pones la servilleta y vas cogiendo los cubiertos indicaba que iba a ser de las noches grandes. Con la “Ola de calor” y con algún despistado aun entrando, nadie entendía qué hacían tantos asientos por medio, los nuevos temas gustan y mucho, pero los de siempre son recordados de manera especial. “Canción de Guerra” propone una batalla tanto musical como dialéctica en la que, si te falta imaginación para ponerte en escena, la simbiosis con las luces terminará de hacerte creer que formas parte de esa batalla; y así es. “Para dormir cuando no estés” es el trabajo que nos espera después de una guerra en la que nadie de los participantes vence. Trucos para superar el dolor.
La guinda del pastel, el postre, el chupito digestivo, el colofón fue el tercer día. En principio, el único bolo que iban a hacer. Familia, amigos y los más acérrimos seguidores de la banda se reunían en esas 420 butacas. Es como el día de tu cumpleaños, eres el centro de atención. En tu casa. Un tercer día que no superó al anterior en calidad, quizás por el efecto relajación del que se sabe
con el trabajo ya hecho, y del que lleva tres bolos consecutivos.
Si hay temas que me excitan de Supersubmarina esos son los que se salen un poco del tiesto de su conseguido estilo personal, los más rechazados por la discográfica, los más “rockeros”, oscuros, de Hammond y “guitarras cabronas”, más allá de la letra. Y si juntas las dos cosas te sale “Emperatriz”, “XXI”, “Centro de atención”, o “Hermética” y “eléctrico” a ratos.
Después de agradecer a todos y todas los que han permitido que esos tres días fueran posibles, de pegar puñetazos al aire celebrando a todos los que están detrás y delante de los fogones, de versionar y modificar sus propios temas, uno se va a casa sabiendo que no es del todo verdad lo que dijeran “cuatro viejos”, ni que lo que un día construyeran tiene porqué ser herencia obligada, sino que la juventud de hoy está preparadísima y haciendo cosas diferentes, y a esta familia no se les puede achacar que no lo estén intentando y consiguiendo, con buenos ingredientes y mejores maneras.
Texto: Alberto Ortega.
Fotos: Carmona Villa-Real.
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